Existe un acuerdo generalizado en que la tecnología ha cambiado nuestras vidas. Lamentablemente, esta afirmación tan común, es parcial y hasta errada, porque no refleja el trasfondo del impacto nocivo que el consumo digital –hoy global– produce en la vida cotidiana de la población. En resumen postulamos que: “la información digital –basada en la economía global– está cambiando la mente de las personas, y consecuentemente las normas de vida en sociedad”.
Precisemos: la tecnología ha cambiado dos grandes escenarios de la vida en sociedad:
1. Las estructuras de poder (o toma de decisiones), orientadas a la toma de decisiones relativa a inversiones estructurales tradicionalmente delegadas a políticos y empresarios, y en las que la mayoría de la ciudadanía no tiene participación más allá del voto (como se aprecia en los cambios en el mercado global digital hoy dominado por la electrónica y la energía; el rol de la ciencia y tecnología al servicio de la economía y la política, que hoy generan grandes flujos de capital/dinero entre países productores y consumidores de Hardware –es decir, las máquinas– y Software –programas o aplicaciones digitales que se utilizan en estas máquinas–).
2. Entonces, si la tecnología ha cambiado las estructuras de poder de la sociedad, ¿qué ha cambiado en la vida cotidiana de las personas?